miércoles, 28 de octubre de 2009

Hijos de cuerpo y corazón


Adriana Gómez y Mauricio Uribe comparten la experiencia de haber adoptado a su hijo mayor cuando agotaron las posibilidades de hacerlo espontáneamente. Luego, sin pensarlo, ‘quedaron en embarazo’ mientras intentaban adoptar de nuevo.
Cuando llegues a la edad de la razón, te explicaremos por qué eres hijo de nuestro corazón; y ahora que nos preguntas te lo decimos con calma, no eres hijo de nuestro cuerpo, eres de nuestra alma”.
Estos son apartes de un escrito que los paisas Mauricio y Adriana, un médico y una arquitecta, le escribieron a Andrés, su hijo adoptivo, cuando estaba próximo a llegar al seno de su familia. Nació el 16 de junio de 2001 y arribó a su hogar el 27 de julio, después de una larga pero amorosa espera, cuando iniciaron los trámites de adopción en la Casita de Nicolás, en Medellín. Una fotografía que registró ese maravilloso encuentro cuelga de la pared del cuarto de Andrés, el mismo que hoy comparte con Alejandro, su hermano de 4 años, a quien los une el cariño, el juego, la diversión y unos padres que lograron hacer realidad su sueño de formar una familia después de ocho años de matrimonio (hoy se acercan a los 14 de unión).
La única diferencia entre los niños es su ‘método de concepción’: uno estuvo en el pensamiento y el otro en el vientre materno, pero ambos fueron deseados desde el principio y en su crianza se refleja el amor de una pareja que hizo hasta lo imposible para que ellos existieran en sus vidas.
‘Un embarazo esquivo’
“Al casarse, uno nunca piensa en tener dificultades a la hora de concebir un hijo. Sin embargo, cuando planeamos tener un bebé, nos encontramos con una sorpresa: teníamos problemas de fertilidad. Aunque aparentemente no eran graves, no hubo una respuesta positiva después de varios años de tratamiento. Cuando finalmente lo logramos, espontáneamente y sin intervención médica, tuvimos una pérdida”, dice Adriana.A ella le diagnosticaron ovario poliquístico. El pronóstico médico era bueno pero los resultados, negativos.
El entusiasmo que la acompañó a ella y a Mauricio al comienzo del proceso para lograr el embarazo con la ayuda de especialistas comenzó a disminuir. Al descubrir que las cosas no salían como esperaban y ante el temor de llegar a una edad en la cual no pudieran tener hijos naturalmente ni aplicar para ser padres adoptantes, decidieron tomar el camino de la adopción con prontitud, por sugerencia de Mauricio.
Pasado el duelo frente de la imposibilidad de procrear naturalmente y ante la persistencia de su deseo de ser padres, sin importar la manera de lograrlo, pasaron papeles a la Casita de Nicolás, un hogar de adopción que les abrió las puertas para cumplir su propósito. La vida les dio esta alternativa y casi año y medio después de haber avanzado el primer paso lograron tener en brazos a Andrés, un hermoso bebé que, para ese entonces, tenía 40 días de nacido.
Así llegó a feliz término este ‘embarazo del corazón’, oportunidad que agradecen a Dios todos los días y que empató con una alegría aún mayor dos años después: una prueba de embarazo positiva que anunciaba el arribo de un bebé, fecundado contra todo pronóstico, en un momento en el cual alistaban papeles para iniciar un nuevo trámite de adopción.
Un milagro inesperado
Desde pequeño, Andrés supo que era adoptado y no hubo reparo alguno en hablarle del tema a través de historias y cuentos que lo abordaban de manera amorosa y natural, como una circunstancia de la vida.
Cuando el niño comenzó a crecer, su curiosidad también lo hizo, y cada vez fueron más frecuentes sus inquietudes sobre el tema, especialmente cuando Adriana quedó en embarazo. Un día le preguntó: “Mami, ¿estuve en tu barriga?”, y ella respondió: “No, pero siempre estuviste en mi corazón”. Esa verdad, relatada sin miedo y sin tabú, le permitió comprender su procedencia con tanta naturalidad que, incluso, les contó a sus compañeros de colegio cuál era su verdadero origen sin mayores inconvenientes.
Sin embargo, cuando Adriana decidió contarle que un hermanito venía en camino, Andrés le dijo: “La próxima vez, yo quiero ser quien esté en tu barriga y mi hermano en tu corazón”.
Alejandro llegó por sorpresa. Sus padres no planificaban pues se suponía que tenían dificultades para concebir.
Confirmada la noticia, la pareja se percató de tomar las precauciones necesarias para asegurar que el embarazo llegara a feliz término y no tener que vivir nuevamente la experiencia de una pérdida.
Armonía familiar
“La adopción no está en nuestra cabeza las 24 horas del día. Llevamos una vida normal y no hay diferencias en cariño ni actitud hacia ellos. La condición de adopción es el momento de la entrega y de ahí en adelante todo queda guardado en un cajón”, comenta Mauricio.Andrés es tranquilo y le encantan actividades pasivas como ver televisión y jugar nintendo. Alejandro, por el contrario, es activo y le gusta jugar con su hermano.
Ambos mantienen una buena relación. Discuten, juegan y se extrañan; duermen en el mismo cuarto, comparten sus juguetes, estuvieron en el mismo preescolar y, muy pronto, volverán a estar juntos en el colegio. Los aman, corrigen y les asignan tareas por igual y siempre celebran en familia las fechas especiales. Adriana y Mauricio se han encargado de que en la cotidianidad sus hijos no sientan diferencia en el trato, la educación, los regalos y los llamados de atención.
Precisamente, una de sus metas es darle herramientas a Andrés para que el día de mañana no se sienta diferente por su procedencia y entienda que el origen carece de importancia, cuando lo que realmente interesa es el rol que desempeña como miembro de una familia unida. Es una pareja a quien la vida premió con dos seres que les han devuelto esa felicidad que temporalmente sintieron esquiva y que, al final, por dos caminos distintos, les llegó con dos años de diferencia.
Proceso de adopción
Si una pareja decide adoptar debe pensar primero en garantizarle al menor un crecimiento y desarrollo sanos en el seno de un hogar amoroso.
Cuando desea tener un hijo a través de la adopción y reside en el país, puede dirigirse a las regionales y agencias del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), centros zonales del lugar de residencia o a las Casas de Adopción autorizadas. Allí les entregan la información sobre los documentos que deben adjuntar y los requisitos sicosociales necesarios para garantizar los derechos del infante a pertenecer a una familia.
Algunas de las casas autorizadas por el Icbf son: ‘Ayúdame’, ‘Casa de la Madre y el Niño’, ‘CRAN’, ‘FANA’ y ‘Pisingos’, en Bogotá; ‘Casa de María y el Niño’ y ‘Casita de Nicolás’, en Medellín; y ‘Chiquitines’, en Cali. La pareja debe demostrar una convivencia de por lo menos tres años. Igualmente, tener cada uno mínimo 25 años de edad, ser 15 años mayor que el bebé que desean adoptar y garantizar idoneidad física, mental, moral y social suficiente para ofrecer un hogar estable al menor adoptado.
Por Andrea Linares G.

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